Va una década y pocos años añadidos, lo que en una perspectiva histórica puede lucir un período reducido, en particular al referirnos a la data evolutiva de una organización, y aquí, una iniciativa cuyos rebeldes e inconformes generadores y propulsores se plantearon originalmente como reto ofrecer bienestar a semejantes y hacer del espacio cercano, cotidiano, habitual: un lugar amable, potenciador de capacidades y minimizador de incertidumbre y angustias. Hoy por hoy, en criterio de quien suscribe, esta institución constituye un modelo de emprendimiento social que ha venido dando respuesta a un problema social que evidentemente trasciende al ámbito local, de dimensiones que tanto en Venezuela como en el mundo impresionan a pesar de ser poco conocidas e insuficientemente atendidas. Imprecisas estadísticas apuntan a alrededor de 2 nacimientos de niños entre cada 100, con condición de autismo en nuestro país en este momento.
Decidió la Fundación Autismo en Voz Alta nacer y crecer en un contexto de adversidad llamado Venezuela, donde día a día, los problemas económicos, políticos, educativos y de todos los órdenes e impacto social, se han agudizado en una proporción calamitosa. La subsistencia de los habitantes del país ha sido arropada por la precariedad, por el problema como sujeto de cada quien en cada minuto; mientras la solución escasas veces asoma como la respuesta accesible. Dicha paradoja constituye un elemento clave en los rasgos que distinguen a nuestra sociedad.
Había claridad desde el inicio en que se requería de una infraestructura y no cualquiera, sino la que el reto a afrontar determinaba como la ideal. Pues la misma se construyó y se mantiene impecable y en desarrollo permanente. Igualmente hubo conciencia desde el primer día de la complejidad del tema central y de la necesidad de conducir su intervención con el mejor talento humano, el más preparado, el más sensible, el más dispuesto a dar y a aprender permanentemente y ese equipo humano se identificó, se integró, se acopló y se acompaña, se motiva, se valoran y se potencian sus competencias incesantemente para el logro del propósito colectivo y el desarrollo y la satisfacción individual de los miembros de esa comunidad.
En su acogedora sede, este año académico que se está iniciando comparten el día más de 100 alumnos, guiados por más de treinta profesionales atendiendo de manera estructurada sus necesidades, orientados a la promoción del aprendizaje e independencia en los niños. Pero además y en paralelo, el proceso de evaluación arroja diagnósticos para unos 300 casos al año y las intervenciones terapéuticas sobrepasan el millar de sesiones anuales. Se trabaja en un modelo organizacional de altos estándares y costos no menores, con el acompañamiento de un Consejo Consultivo externo de amplia y variada integración, que asesora. No obstante, y contrario a la deducción natural, la atención mayoritaria no va dirigida a las familias que pueden cubrir los costos del servicio, pues un 75% de la población foco, recibe algún tipo de subsidio financiero; el cual tiene lugar en tanto la gerencia gestiona el patrocinio correspondiente a partir de un duro, pero fructífero, trabajo con aliados que ya superan un centenar de empresas y que en conjunto con la impecable y transparente administración concede la sostenibilidad a esta institución.
Frente al propósito divulgado de “tener un modelo educativo de referencia a nivel nacional para la atención de personas con autismo”, la Fundación se ha acercado a las universidades y hoy por hoy además de lo ya señalado, investiga sobre sus prácticas, sus desarrollos, su configuración; divulga sus experiencias, sensibiliza a la sociedad sobre su tema objeto, de la mano de la academia; con visión transformadora del mundo, con motivación impulsora de la acción y la mejora continua, con manejo responsable del riesgo y con sed permanente de progreso.
Acompañarlos en esta osadía, en este país, en el que seguimos orientados al porvenir, es un verdadero privilegio.
Dra. Mary Carmen Lombao
Universidad Metropolitana
Octubre 2019.